En la adolescencia ya se tiene las capacidades cognitivas necesarias para llegar a una respuesta razonadamente correcta. En primer momento, al contrario que un niño, el adolescente es capaz de razonar sobre las posibilidades, por lo tanto puede llegar a comprender, aparte de qué es el botellón, de qué podría ser. Sabe qué puede pasar si hace botellón con las consecuencias pertinentes, y al contrario, qué puede pasar si no lo hace. Puede escoger una opción e imaginarse la otra. El adolescente aparte de saber las posibilidades para decidir hacer botellón, y poder ir contracorriente del que digan los que le rodean, también, y muy ligado, tiene la capacidad de razonar sobre el futuro, donde la planificación de hacer o no hacer botellón estará presente. Puede razonar sobre la respuesta que quiere dar, partiendo de su conocimiento, sentidos y sentimientos. En el razonamiento sobre el futuro juegan variables de salud, de autoestima, presión social y sentido de la responsabilidad entre otras. Además, el adolescente razona sobre la hipótesis de hacer el botellón, en el sentido de que le puede suponer, haciendo una elaboración conceptual teniendo en cuenta las variables ya descritas, pudiendo pensar que no serán socialmente aceptados si no bebe, o que se quedarán sin planes el fin de semana. Y en cuanto a su razonamiento sobre el razonamiento, donde el adolescente razona partiendo o “limitado” por su lenguaje elaborado en frases lingüísticas, por lo tanto será un factor importando el propio razonamiento traducido de cada adolescente, pudiendo variar según el individuo.
El adolescente tiene nuevas capacidades de reflexión, que sin duda pondrá en práctica. En principio parece que gracias a esta nueva capacidad será capaz de tomar decisiones adecuadas y coherentes, pero en la práctica no siempre es así. Elkind (1985) nos indica en su concepto de egocentrismo adolescente las limitaciones de la nueva capacidad, donde encontramos un producto de la incapacidad para distinguir este poder acabado de estrenar del yo que reflexiona, del universo social que lo rodea. Este egocentrismo se puede manifestar de dos formas: la audiencia imaginaria y la patraña personal. En la primera, el adolescente imagina que es el centro de todas las cosas y por lo tanto, en el caso del botellón, puede pensar que el hecho que lo haga o no, y de qué forma lo haga será evaluado por todo el mundo que lo rodea. Esta presión, por lo tanto, en gran parte se la pone el mismo adolescente, sin poder mirar más allá de sus acciones y cómo serán vistas por los que lo rodean. Puede pensar que todas sus acciones, como la del botellón marcarán su relación con los demás, y en estas edades es muy importante el reflejo que nosotros creemos que tenemos en los otros. En el razonamiento de hacer o no hacer botellón jugará un papel muy importante el hecho que pensamos como repercutirá nuestra acción en los demás, puesto que tenemos la idea que todos nos observan y nos toman atención. En segundo lugar, en cuanto a la patraña personal, se piensa que sus vivencias son únicas y muy interesantes, por eso las repite. El egocentrismo de pensar que haciendo el botellón tendrá una experiencia única que podrá explicar como una gran gesta también influirá en su prisa de decisiones. Justo es decir, que este egocentrismo irá menguando con la experiencia y nuevas habilidades sociales. También, ligado a esta patraña encontramos el sesgo optimista, donde el adolescente piensa que los problemas, sobre todo de salud, afectarán a los otros y no a ellos, haciendo caso omiso a las campañas de prevención del consumo de drogas y alcohol.
Además tenemos que tener presente los procesos metacognitivos de Brown (1978) y la cognición epistémica de King y kitchener (2002), y no sólo los límites de reflexión. Los adolescentes pueden utilizar eficazmente su pensamiento lógico y reflexivo, pero tenemos que contemplar sus limitaciones y tener presente todas las situaciones donde es necesario un razonamiento más intuitivo y de toma de decisiones.
Tanto el razonamiento intuitivo y la toma de decisiones son capacidades cognitivas que se desarrollan en la juventud. El razonamiento intuitivo se basa en una idea rápida a partir de experiencias anteriores, sentimientos y motivaciones inconscientes, donde el uso de la lógica depende de sus creencias. Por lo tanto, si un adolescente cree que el botellón afectará mucho a la salud y a los estudios es probable que no quiera hacerlo, y viceversa. En cuanto a la toma de decisiones, y siguiendo el razonamiento de Keating (1990), los adolescentes imaginan más posibilidades, anticipan mejor las consecuencias y evalúan la información integrada. Por lo tanto, estos aspectos tendrían que traer a tomar decisiones coherentes y acertadas a los adolescentes, si no fuera por las limitaciones ya descritas. Otros aspectos a tener en cuenta son el conocimiento social y el conocimiento moral, los cuales jugarán un papel vital al dar una u otra respuesta a preguntas como la de hacer o no botellón.
La madre de Cognitivo le dijo que no se juntara con malas compañías, y dejó de ir con Social.