Elegir tener o no una
mascota doméstica y común a nuestro cuidado genera dudas por la responsabilidad que eso implica y
aún más cuando hay niños en casa. No obstante, la repercusión positiva que
tendrá la mascota sobre el desarrollo físico, cognitivo, social y de la
personalidad del niño deberían inclinar la balanza hacia un claro SI:
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Evita la vida
sedentaria al jugar o pasear a la mascota.
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Posibilita la
socialización al presentar la mascota a otros humanos.
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Aumenta
sensación de seguridad y compañía en ausencia de los padres.
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Fomenta la
comunicación familiar al tener temas y responsabilidades comunes.
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Mejora la
resolución de conflictos al usar comportamientos mascota como ejemplos.
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Aumenta
sentido responsabilidad al adquirir rol de educadores y mejoran la empatía con
los padres o tutores.
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Promueve la
planificación, organización y la disciplina.
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Aprende otras
formas de comunicación a parte de la verbal.
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Desarrolla la
intuición.
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Comprende las
razones de tener límites.
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Fortalece la superación
de celos frente a nuevos hermanos.
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Se educa en enseñanzas
naturales como el nacimiento, el desarrollo, el parto, la enfermedad, el dolor,
la sexualidad o la muerte.
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Aprende a
cuidar y respetar.
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Se sienten
siempre queridos y aceptados.
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Fortalece la
unión con la naturaleza.
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Autoconocimiento
gracias a la confianza mutua con la mascota.
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Mejora
habilidades psicomotrices al jugar con la mascota.
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Aumenta las ganas
de aprender sobre temas que les motivan.
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Mejora estado
de ánimo al aumentar los niveles de serotonina y dopamina.
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Aminora la
ansiedad.
Después de conocer todos
estos argumentos sólo queda elegir la mascota adecuada para la familia y el
niño destinatario.
- Empecé a quererme cuando aprendí a acariciarte.
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